16. APÉNDICE 2: SOBRE LA INTERPRETACIÓN LITERAL DEL REINO MESIÁNICO MILENIAL ("MILENARISMO").

 APÉNDICE II:

SOBRE LA INTERPRETACIÓN LITERAL

DEL REINO MESIÁNICO MILENIAL

("MILENARISMO").


Como decía más arriba, al interpretar literalmente lo que las Escrituras dicen acerca del Reino milenial del Mesías (‘de mil años’, ‘Milenarismo’) después de su segunda venida, algunos nos acusan despectivamente de "literalistas" y de decir lo mismo que los mal llamados "Testigos de Jehová".

¿Por qué nosotros pensamos que la interpretación literal es la correcta, la bíblica?

Al igual que ocurre con la Revelación divina acerca de los orígenes en el libro de Génesis, el diablo odia también especialmente el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, y específicamente esta verdad del Reino milenial mesiánico, pues ahí se habla de su derrota definitiva y la recuperación completa de la Tierra para Dios para el cumplimiento de su Propósito eterno: habitar en ella en medio de su pueblo. Satanás, pues, trae sobre este asunto toda la confusión y polémica posible. No podemos entrar aquí a fondo en todo este asunto, pero, además de todo lo que ya hemos expuesto acerca del Reino de los Cielos hasta ahora, enfocaremos en algunas evidencias adicionales del sentido literal de esta profecía.

En primer lugar, diremos que nuestra referencia suprema en cuanto a la fe y la interpretación de la Escritura es la misma Palabra de Dios, no los Testigos de Jehová, ni los papas, ni ningún teólogo famoso. Como hemos dicho al principio, estamos tratando con toda la honestidad posible por nuestra parte de regresar al cristianismo en sus fuentes: al cristianismo "bíblico".

Allá donde estimamos que los Testigos de Jehová, o los Católicos, o los Luteranos, o quien sea, concuerdan con la Palabra de Dios, podemos concordar con ellos. Allá donde estimamos que ellos se apartan de la Palabra de Dios, no podemos concordar con ellos. Los Testigos de Jehová se apartan gravemente de la fe bíblica en multitud de puntos, por ejemplo al negar la divinidad de Jesucristo, negar al Espíritu Santo como una Persona divina (y por tanto, al negar la Trinidad), al negar la resurrección corporal de Cristo, y en otras muchas cosas que sería muy largo enumerar aquí... Pero aciertan cuando interpretan literalmente el Reino milenial del Mesías, Jesús; solo que incluso en este punto son muchas las falsedades en que lo envuelven; lo cual forma parte de ese esfuerzo satánico por ensuciar también esta trascendental verdad para que sea descartada por los perezosos e incautos sin discernimiento.

El caso es que no es a los Testigos de Jehová a los que seguimos, ni mucho menos, sino a la Palabra de Dios en la Biblia, la cual habla literalmente de ese Reino venidero. Resumiremos, pues, brevemente las razones principales por las que pensamos que la venida del Reino de los cielos que anunciaba Jesús debe interpretarse como un Reino literal del Mesías Jesús sobre todas las naciones de la Tierra, que pasa por diversas fases (como hemos expuesto), y cuya manifestación visible será después de la segunda venida de Cristo en gloria y poder: Jesucristo en persona gobernará el mundo con justicia con sus seguidores fieles.

1) El Antiguo Testamento abunda en referencias al reinado "político" (literal) del Mesías sobre todas las naciones de la Tierra, con capital en Sión (Jerusalén): el lugar escogido por Dios para habitar, para comenzar a recuperar la Tierra para sí del dominio de Satanás y para gobernar toda la Tierra:

"¡Grande es YHaWeH y digno de suprema alabanza, en la ciudad de nuestro Dios, en el monte de su santuario! ¡Qué hermosa altura! El gozo de toda la tierra es el monte Sion por el lado norte, la ciudad del Gran Rey" (Salmo 48:1-2).

"Porque YHaWeH ha elegido a Sion y la ha deseado como morada suya: 'Este es mi lugar de reposo para siempre. Aquí habitaré, porque lo he deseado. Lo bendeciré con abundante provisión; a sus necesitados saciaré de pan. Asimismo, vestiré de salvación a sus sacerdotes, y sus fieles darán voces de júbilo. Allí haré surgir el poderío de David; he preparado una lámpara para mi ungido (= Mesías, Cristo). A sus enemigos vestiré de vergüenza, pero sobre él resplandecerá su corona'" (Salmo 132:13-18).

Es por este motivo que desde entonces este punto de la Tierra se ha convertido en el lugar más disputado de la Historia: en Sión (geográfica y tipológicamente) se concentra la oposición satánica al Propósito eterno de Dios (1).

Como ya hemos expuesto, el objetivo de crear al Hombre y ofrecerle la Vida divina era capacitarlo para señorear, gobernar, reinar sobre toda la Tierra (el Reino) en unión con Dios, en su Nombre, representándole, expresándole, conteniéndole. Y así 'labrar' el jardín de Edén (cultivar, desarrollar la Tierra según los propósitos de Dios) y 'guardarlo' (protegerlo, defenderlo de la infiltración de "la serpiente" -Satanás- y su Pecado de rebelión). Dios delegó su Autoridad en Adán para gobernar el mundo en Su Nombre. Pero al desobedecer a Dios y seguir la voz de "la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás", Adán entregó la autoridad sobre el mundo a Satanás. Desde entonces "...el mundo entero está bajo el maligno" (1ª Juan 5:19). Esto no tiene nada de simbólico o alegórico: es una realidad bien palpable. La recuperación de la Tierra para Dios, para restablecer su Reino por medio del Nuevo Hombre en Cristo, no puede ser menos literal si queremos hacer justicia a la Revelación bíblica y no convertir el cristianismo en una broma, un mero espiritualismo ahistórico o un mero idealismo utópico...

Después de la Caída, el reinado del Dios del cielo comenzó a tocar nuestra Tierra cuando Dios se hizo un pueblo para sí y lo liberó "literalmente" de la esclavitud y el dominio del Faraón en Egipto. En la otra orilla del Mar Rojo, en medio de cánticos de liberación, se hace la primera mención:

"Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad, en el lugar que has preparado como tu habitación, oh YHaWeH, en el santuario que establecieron tus manos, oh Señor. YHaWeH reinará por siempre jamás" (Éxodo 15:17-18).

Por medio del profeta Samuel, Israel fue constituido un reino "literal" en la tierra prometida por Dios a Abraham, cuyo reyes (=mesías, cristos, ungidos) estaban para representar el gobierno de Dios sobre su pueblo.

El rey de Israel más eminente fue David, que conquistó Jerusalén, y al cual Dios le prometió que su trono "literal" sería establecido para siempre, por medio de un descendiente suyo:

"Cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo levantaré después de ti a un descendiente tuyo, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará una casa a mi nombre, y yo estableceré el trono de su reino para siempre" (2Samuel 7:12-13).

Cuando este Reino cayó "literalmente" bajo el dominio de Nabucodonosor, rey de Babilonia, la promesa de Dios a David sostuvo la esperanza del pueblo: un descendiente de David, un "hijo de David", sería levantado por Dios para librar a Israel de sus enemigos y establecer el Reino de Dios sobre toda la Tierra desde Sión. Así lo anunciaron de parte de Dios los profetas de Israel:

"...Lo dilatado de su dominio y la paz no tendrán fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afirmarlo y fortalecerlo con derecho y con justicia, desde ahora y para siempre. El celo de YHaWeH de los Ejércitos hará esto" (Isaías 9:1-7).

"En los últimos días, el monte de la casa del SEÑOR será el más alto de todos, el lugar más importante de la tierra. Se levantará por encima de las demás colinas, y gente del mundo entero vendrá allí para adorar. Vendrá gente de muchas naciones y dirán: «Vengan, subamos al monte del SEÑOR, a la casa del Dios de Jacob. Allí él nos enseñará sus caminos, y andaremos en sus sendas. Pues de Sión saldrá la enseñanza del SEÑOR; de Jerusalén saldrá su palabra». El SEÑOR mediará entre las naciones y resolverá los conflictos internacionales. Ellos forjarán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en herramientas para podar. No peleará más nación contra nación, ni seguirán entrenándose para la guerra" (Isaías 2:2-4. Nueva Traducción Viviente).

Por favor, lea completos estos tres impresionantes salmos mesiánicos, referidos a la entronización del Mesías y su futuro reinado, que aquí abrevio por cuestión de espacio:

"...Que florezcan todos los justos durante su reinado; que haya prosperidad abundante hasta que la luna deje de existir. Que reine de mar a mar, y desde el río Éufrates hasta los extremos de la tierra. Los nómadas del desierto se inclinarán ante él; sus enemigos caerán a sus pies sobre el polvo. Los reyes occidentales, de Tarsis y de otras tierras distantes, le llevarán tributo. Los reyes orientales, de Sabá y de Seba, le llevarán regalos. Todos los reyes se inclinarán ante él, y todas las naciones le servirán. Rescatará a los pobres cuando a él clamen; ayudará a los oprimidos, que no tienen quien los defienda. Él siente compasión por los débiles y los necesitados, y los rescatará. Los redimirá de la opresión y la violencia, porque sus vidas le son preciosas..." (Salmo 72. NTV).

"¿Por qué se enojan tanto las naciones? ¿Por qué pierden el tiempo haciendo planes inútiles? Los reyes de la tierra se preparan para la batalla, los gobernantes conspiran juntos en contra del SEÑOR y en contra de su ungido. «¡Rompamos las cadenas! —gritan—, ¡y liberémonos de ser esclavos de Dios!». Pero el que gobierna en el cielo se ríe; el Señor se burla de ellos. Después los reprende con enojo; los aterroriza con su intensa furia. Pues el Señor declara: «He puesto a mi rey elegido en el trono de Sión, en mi monte santo». El rey proclama el decreto del SEÑOR: «El SEÑOR me dijo: “Tú eres mi hijo. Hoy he llegado a ser tu Padre. Sólo pídelo, y te daré como herencia las naciones, toda la tierra como posesión tuya. Las quebrarás con vara de hierro y las harás pedazos como si fueran ollas de barro”». Ahora bien, ustedes reyes, ¡actúen con sabiduría! ¡Quedan advertidos, ustedes gobernantes de la tierra! Sirvan al Señor con temor reverente y alégrense con temblor. Sométanse al hijo de Dios, no sea que se enoje y sean destruidos en plena actividad, porque su ira se enciende en un instante. ¡Pero qué alegría para todos los que se refugian en él!" (Salmo 2. NTV).

"El SEÑOR le dijo a mi Señor: «Siéntate en el lugar de honor a mi derecha, hasta que humille a tus enemigos y los ponga por debajo de tus pies». El SEÑOR extenderá tu poderoso reino desde Sión, y gobernarás a tus enemigos..." (Salmo 110).

Aunque a veces los profetas usaban símbolos, el contenido de sus profecías son siempre eventos históricos, que se han ido cumpliendo "literalmente". No hay justificación ninguna para interpretar simbólica o alegóricamente o espiritualizadamente este evento histórico central en el Plan de Dios anunciado por los profetas.

Por medio del profeta Daniel, Dios reveló a Nabucodonosor, rey de Babilonia, el futuro de la Historia humana hasta la venida del Reino de Dios: una sucesión de imperios "literales" que terminan siendo destruidos por la venida del Reino de Dios (ver Daniel 2 y 7). El imperio babilónico fue literal; el imperio persa fue literal; el imperio griego fue literal; el imperio romano fue literal. No hay justificación ninguna para pensar que los dos imperios restantes profetizados en esa serie no serán literales: el imperio de la bestia (del Anticristo), y el Reino de Dios, en el cual participará su pueblo.

Daniel profetizó la muerte del Mesías (9:26) y su ascensión a los cielo y entronización y reino eterno:

"Estaba yo mirando en las visiones de la noche, y he aquí que en las nubes del cielo venía alguien como un Hijo del Hombre. Llegó hasta el Anciano de Días, y le presentaron delante de él. Entonces le fue dado el dominio, la majestad y la realeza. Todos los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su dominio es dominio eterno, que no se acabará; y su reino, uno que no será destruido" (Daniel 7:13-14).

Todas estas profecías eran las que nutrían la esperanza de Israel, y lo que los judíos entendían cuando Juan el Bautista y Jesús aparecieron anunciando "la venida del Reino de los Cielos". No se puede entender lícitamente de qué clase de "reino" hablaba Jesús en su predicación si se lo saca de su contexto. Y el contexto en el que vivió y habló Jesús fue el pueblo de Israel, configurado por la Revelación de Dios en el Antiguo Testamento, especialmente toda su tradición profética y 'apocalíptica', que habla precisamente de la intervención de Dios en la Historia Humana para juzgar, hacer justicia e instaurar su Reino sobre esta Tierra.

Las interpretaciones alegorizantes, simbólicas, espiritualizantes, de lo que la Escritura no presenta como símbolo o alegoría, no hacen justicia al contexto del texto: la tradición del judaísmo bíblico en el que se insertó Jesús; interpretaciones que han aparecido precisamente a medida que la Cristiandad se ha apartado de las raíces judías bíblicas de su fe, especialmente por la influencia helenística (de la cultura y filosofía griega).

Pues bien, el Nuevo Testamento es el anuncio de que todas estas promesas y profecías se cumplen en Jesús de Nazaret.


2) Los discípulos de Jesús, como todos los judíos, creían en el reino mesiánico literal, y Jesús mismo enseñó acerca del reino mesiánico literal.

Cuando Herodes se enteró por los sabios de Oriente que había nacido en Belén el Rey de Israel (descendiente de David) anunciado por los profetas (y los astros), no mandó matar a los niños de Belén por una expectativa "simbólica" o "alegórica" de la venida del reino mesiánico profetizada, sino porque se esperaba un Rey "literal".

En la llamada "entrada triunfal de Jesús en Jerusalén", pocos días antes de ser crucificado, la muchedumbre le aclamó como el 'hijo de David' que se sentaría en su trono para traer el Reino esperado; el rey manso y humilde que entraría en Jerusalén a lomos de un burrito, como profetizó Zacarías (Mt 21:4-5). Los fariseos le dijeron que les reprendiera, pero Jesús lo confirmó:

"Los que iban delante y los que le seguían aclamaban: —¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino venidero de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!" (Marcos 11:9-10). "Entonces, algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: —Maestro, reprende a tus discípulos. El respondió diciéndoles: —Os digo que si éstos callan, las piedras gritarán" (Lucas 19:39-40).

Relea la parábola de Jesús del trigo y la cizaña (Mateo 13:24-30) y la interpretación que hizo el mismo Jesús, donde expone claramente la realidad simbolizada en la parábola. No ya símbolos, sino realidades "literales":

"El campo es el mundo. La buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del maligno. El enemigo que la sembró es el diablo. La siega es el fin de la era, y los segadores son los ángeles. De manera que como la cizaña es recogida y quemada en el fuego, así será el fin de la era. El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que causan tropiezos y a los que hacen maldad, y los echarán en el horno de fuego. Allí habrá llanto y crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos, que oiga" (Mateo 13:38-43).

Jesús enseñó tanto de la realidad presente del Reino de los Cielos como de su manifestación futura:

"Y cuando los fariseos le preguntaron acerca de cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió diciendo: —El reino de Dios no vendrá con advertencia. No dirán: "¡Mirad, aquí está!" o "¡Allí está!" Porque el reino de Dios está en medio de vosotros (su realidad presente). Dijo a sus discípulos: —Vendrá el tiempo cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre y no lo veréis. Os dirán: "¡Mirad, aquí está!" o "¡Mirad, allí está!" Pero no vayáis ni les sigáis. Porque como el relámpago que resplandece ilumina el cielo de un extremo al otro, así también será el Hijo del Hombre en su día (su venida futura)" (Lucas 17:20-24).

"Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén y porque ellos pensaban que inmediatamente habría de ser manifestado el reino de Dios. Dijo, pues: "Cierto hombre de noble estirpe partió a un país lejano para recibir un reino y volver (...) en cuanto a aquellos enemigos míos que no querían que yo reinara sobre ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia. Después de decir esto, iba delante subiendo a Jerusalén (para realizar la redención de la humanidad caída por medio de su muerte)" (Lucas 19:11-28).

En el centro de la enseñanza de Jesús sobre como orar al Padre, se encuentra la petición de que el Reino de los Cielos venga a esta Tierra. Una oración que Jesús espera que los creyentes sigamos haciendo hasta que efectivamente Él vuelva e instaure su Reino en la Tierra:

"...venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra" (Mateo 6:10).

Después de resucitar, Jesús estuvo apareciéndose durante 40 días a sus discípulos antes de ascender para ser entronizado como Señor y Rey por el Padre. Y les enseñaba acerca del Reino de Dios (Hechos 1:1-3). Pues después de convivir con Jesús tres años y medio día y noche, y este tiempo después de su resurrección, los discípulos seguían teniendo un concepto "literal" del Reino venidero, ¡y Jesús no les corrigió!, sólo les dijo que todavía no era el tiempo de su manifestación visible, se abría la era para entrar voluntariamente en el Reino, la era de la Iglesia, como ya vimos:

"Por tanto, los que estaban reunidos le preguntaban diciendo: —Señor, ¿restituirás el reino a Israel en este tiempo? El les respondió: —A vosotros no os toca saber ni los tiempos ni las ocasiones que el Padre dispuso por su propia autoridad. Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre vosotros, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra" (Hechos 1:6-8).

Y es que él mismo les alimentó esa expectativa "literal":

"Y vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, dispongo para vosotros un reino, como mi Padre lo dispuso para mí; para que comáis y bebáis en mi mesa en mi reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel" (Lucas 22:28-30).

"Entonces respondió Pedro y le dijo: —He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué hay, pues, para nosotros? Jesús les dijo: —De cierto os digo que en el tiempo de la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido os sentaréis también sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel" (Mateo 19:27-28).

El problema de Israel y los discípulos de Jesús no era la expectativa del reinado literal del Mesías, sino su ignorancia de que primero el Mesías debía entregar su vida para realizar la salvación del mundo:

"...Entonces él les dijo: —¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciese estas cosas y que entrara en su gloria? (...) Y les dijo: —Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliesen todas estas cosas que están escritas de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras, y les dijo: —Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese y resucitase de los muertos al tercer día; y que en su nombre se predicase el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas" (Lucas 24:13-53).


3) Los textos principales sobre el Milenio en el libro de Apocalipsis del apóstol Juan:

"El séptimo ángel tocó la trompeta. Y en el cielo se oyeron grandes voces que decían: 'El reino del mundo ha venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo. El reinará por los siglos de los siglos'. Y los veinticuatro ancianos, que estaban sentados en sus tronos delante de Dios, se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios diciendo: 'Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, que eres y que eras, porque has asumido tu gran poder, y reinas. Las naciones se enfurecieron, pero ha venido tu ira y el tiempo de juzgar a los muertos y de dar su galardón a tus siervos los profetas y a los santos y a los que temen tu nombre, tanto a los pequeños como a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra'" (Apocalipsis 11:15-18).

"Vi a un ángel que descendía del cielo y que tenía en su mano la llave del abismo y una gran cadena. El prendió al dragón, aquella serpiente antigua quien es el diablo y Satanás, y le ató por mil años. Lo arrojó al abismo y lo cerró, y lo selló sobre él para que no engañase más a las naciones, hasta que se cumpliesen los mil años. Después de esto, es necesario que sea desatado por un poco de tiempo. Y vi tronos; y se sentaron sobre ellos, y se les concedió hacer juicio. Y vi las almas de los degollados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios. Ellos no habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni tampoco recibieron su marca en sus frentes ni en sus manos. Ellos volvieron a vivir y reinaron con Cristo por mil años" (Apocalipsis 20:1-4).

En el libro de Apocalipsis hay muchas figuras y símbolos, pero siempre son explicados por las Escrituras mismas, o bien en el mismo libro, o bien en otros libros proféticos: las bestias son imperios, el mar son las naciones, la mujer es el pueblo de Dios, el gran dragón es Satanás... ¡Pero el Reino de Dios sobre esta tierra no es ninguna figura o símbolo, es la realidad misma del Propósito eterno de Dios a través de toda la Biblia!


4) La Iglesia primitiva, durante sus tres primeros siglos, entendió el Reino milenial de una manera literal.

Papías de Hierápolis (discípulo directo del apóstol Juan); Ireneo de Lyón (discípulo de Papías); Melitón de Sardis (una de las iglesias a las que fue dirigido Apocalipsis originalmente); Policarpo de Esmirna (otra de las iglesias a las que fue dirigido Apocalipsis originalmente); Justino Mártir; Apolinar de Hierápolis; Tertuliano de Cartago; Victorino de Petavio; Lactancio; Ambrosio de Milán; Agustín de Hipona al principio... Todos estos eran destacados líderes cristianos primitivos que entendían literalmente el reino milenial. Eran "milenaristas" o "quiliastas" (del griego "jilioi": mil).

Si hay algo de anti-milenarismo en la iglesia primitiva fue para combatir no el milenarismo bíblico, sino las primeras versiones adulteradas: el milenarismo gnóstico de Cerinto (ya a finales del s.I) o el milenarismo exaltado de Montano (s. II).


5) La aparición de otras interpretaciones diferentes del Milenio a partir del s. IV.

Esta expectación milenarista predominante en la iglesia primitiva sostuvo la esperanza de los cristianos perseguidos durante los tres primeros siglos, fortaleciéndolos para no doblar sus rodillas ante los emperadores autodivinizados, proclamando que no era el César el Señor del mundo, sino Jesús el Cristo.

Después, muchos cristianos consideraron "el giro constantiniano" (la unión de la Cristiandad con el Imperio) como el triunfo del cristianismo y el comienzo del Milenio. Como vieron que el gran imperio se había 'cristianizado', por lo menos por fuera, pensaron que prácticamente había llegado el Milenio; y se fue dando lugar a otras interpretaciones:

- "la interpretación amilenarista": la escuela teológica de Alejandría, que promovió el sistema alegórico de interpretación de las Escrituras por encima del histórico-gramático, comenzó a interpretar que el Milenio es algo simbólico, que representa el triunfo del cristianismo sobre el mundo.

- "la interpretación post-milenarista": la segunda venida de Cristo sería 'después' (post-) del Milenio, entendiendo que este era ese 'triunfo' del cristianismo: el "imperium christianum".

El historiador de la Iglesia Eusebio de Cesarea (2), favorable a la herejía arriana y amigo del emperador Constantino, parece uno de los primeros en comenzar a proponer esta interpretación.

Por otra parte, en reacción contra los excesos entusiastas de Montano (alrededor del año 150 d.C.) surgieron algunas respuestas desequilibradas contra el montanismo. Como el montanismo era literalista y se basaba en el Apocalipsis, entonces comenzaron a rechazar a los cristianos que creían en el milenio literal y los consideraban los herejes. Después ya no sólo rechazaron a la interpretación milenarista, sino que rechazaron incluso el Apocalipsis, porque el Apocalipsis era el que daba pie para eso. Comenzó, pues, a surgir, en una vertiente, un rechazo al libro del Apocalipsis, porque decían que el Apocalipsis era prácticamente el culpable de la "herejía" de los mil años y todas esas cosas.

En Roma, por el año 210, uno de los presbíteros de Roma, que se llamaba Cayo de Roma, escribió contra Montano, y en sus escritos contra Montano y el montanismo también atacó al milenarismo y atacó al Apocalipsis. Entonces, otro presbítero de Roma, uno que había aprendido de Ireneo, que se llamaba Hipólito de Roma, escribió una obra contra Cayo, refutando de una manera tremenda todo lo que era el ataque anti-apocalíptico y anti-milenarista, siendo él un hombre ortodoxo. A partir de la obra que escribió Hipólito contra Cayo de Roma en occidente se respetó mucho el Apocalipsis. Pero como las obras no circulaban tan rápido, por allá en el oriente, por Georgia y por Armenia, se demoraron mucho en aceptar el Apocalipsis, y heredaron después ese escepticismo de los alegoristas. Los alegoristas, que no querían hablar de un milenio literal, no sólo rechazaron la interpretación literal, sino que rechazaron el libro mismo del Apocalipsis.

Agustín de Hipona, uno de los grandes teólogos cristianos, que inicialmente era milenarista, en su libro “La Ciudad de Dios” cambió de postura, interpretando la era del Reino milenario aplicándola al tiempo de la Iglesia, desde la ascensión de Cristo hasta su segunda venida. Y aunque nunca condenó el milenarismo, su enorme influencia en la Cristiandad, junto con la influencia de la escuela alegorista alejandrina, prácticamente durante la Edad Media el alegorismo prevaleció sobre la interpretación literal. A algunos cristianos o pequeños grupos que todavía mantenían la posición de la Iglesia primitiva que era literal, milenarista, los consideraban herejes "kiliastas". Aún hoy, para el Catolicismo y el Protestantismo tradicional, esta interpretación se considera típica de grupos sectarios 'fundamentalistas' y 'herética' (para el Catolicismo), declarando así heréticos a los profetas, a Jesús y sus discípulos y a toda la Iglesia primitiva.

En la edad moderna, el Milenarismo se interpretó en formas pseudo-religiosas y secularizadas (Milenio sin Dios ni Cristo), y aparecieron los pseudo-mesianismos y milenarismos utópicos de diferentes ideologías (como el paraíso comunista) y nacionalismos (la idea de la nación redentora).

Por ejemplo, "es la idea de la nación destinada, según el plan divino de salvación, a redimir el mundo. Desde la desintegración del 'Sacro Imperio Romano Germánico' (post-milenarista), existió en casi todas las naciones de Europa un nacionalismo aureolado religiosamente. El mesianismo político de Hitler y de su "reino milenario" fue la terrible pero breve caricatura alemana de esa idea" (3).

Cierto sector 'progresista' del Catolicismo, influidos por el milenarismo secularizado marxista, interpreta el Milenio como una utopía, un ideal de justicia que sostiene la lucha de los cristianos por transformar el mundo de acuerdo a los valores del Reino de Dios. Hablan de "construir el Reino", un lenguaje que nunca usa la Escritura, la cual habla de "entrar en el Reino", sometiéndose al gobierno de Cristo, y cuya puerta de entrada es el nuevo nacimiento, pues el viejo hombre caído no puede ver ni entrar en el Reino de Dios si no pasa por la muerte y la resurrección juntamente con Cristo, como hemos expuesto aquí. Es un híbrido cristiano-marxista que adultera ambas visiones, que son irreconciliables.

Mucho más se puede decir de este tema, pero creo que con esto queda sobradamente justificada bíblicamente la interpretación literal del Milenio.

***

1  Para profundizar en la naturaleza de ese conflicto crucial a la luz de las Escrituras, ver mi libro "El conflicto árabe-israelí. Una aproximación bíblico-histórica" en El Conflicto Árabe-Israelí


2  Citamos aquí libremente a Gino Iafrancesco en su excelente libro que recomendamos "Aproximación al Apocalipsis", en la introducción del tomo I y el cap. 67 del tomo II. Descargable en internet.


3  "La venida de Dios. Escatología cristiana", Jürgen Moltman, cap. 13, pag. 225.

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